Unos días después, una nave ovalada apareció al lado de la luna. El General Kiklioni, Jefe del Estado Mayor de la Asociación Universal de Culturas, ordenó la modificación de la órbita de dos satélites geoestacionarios para que pasaran lo más cerca posible y recabaran datos. Después se sentó a esperar.
Un par de horas después un oficial visiblemente exaltado abrió la puerta del despacho. Las manos del general se crisparon.
—¿Qué ocurre, teniente? ¿Han tomado el acercamiento como una acción hostil?
—No, mi general, no.
—Entonces ¿a qué viene esta falta de compostura? —le reprendió, ya con las manos relajadas.
—Disculpe, mi general. Tenemos ya los datos de los satélites y, además, hemos recibido un mensaje por radio de la nave. No hemos querido molestarle hasta que han terminado de trabajar los lingüistas y criptógrafos.
—Bien, bien. ¿Sabemos ya, entonces, de qué material está hecha esa nave?
—Sí, mi general. Rastreando en las bases de datos heredadas de la CIA hemos encontrado una coincidencia en la Tierra. Una antigua espada que fue encontrada entre las ruinas de un monasterio escocés en el siglo XX. Las pruebas que se hicieron demostraron que es indestructible.
El General Kiklioni, contrariado, dio un puñetazo en la mesa que sobresaltó al teniente.
—¿Y qué dice el mensaje? ¿Vienen en son de paz? —inquirió con el paladar seco.
—Hay varios vocablos que se han considerado intraducibles pero por ubicación en el mensaje y el tono empleado los lingüistas creen que son insultos.
—¡¿Qué dice el mensaje, teniente?!
El teniente le alargó un dispositivo plano de visualización y salió corriendo de la estancia. El General giró el dispositivo hacia sí mismo y leyó.
“Soy lo que llamáis Dios [….] Os di la vida [….] He viajado mucho tiempo para perdonar a mis hijos y devolverlos a mi seno [….] ¡¿Dónde están?! [………..] ¡¿Qué les habéis hecho?! [……………..] Vais a conocer atrocidades que jamás soñasteis”
El General se levantó precipitadamente, golpeó sin querer el dispositivo, y abandonó su despacho cuando este se estrellaba contra el suelo. Las palabras titilaron en la pantalla resquebrajada durante unos instantes y se apagaron. Poco después todo lo demás también se apagó.